Es la hora, acabamos de convertirnos en padres tras esa larga espera (en ocasiones no tanto como queríamos) y nos adentramos en un período de ajuste fisiológico (ritmos de sueño, alimentación...) y adaptación entre el bebé y el adulto, su entorno, etc.
Desde mucho antes del parto, las capacidades sensoriales del niño/a comienzan a funcionar y debemos aprovecharlas al máximo en las primeras horas de vida. Sus receptores se encuentran en alerta y pasarán algunas semanas aún hasta que vuelva a estar en ese estado.
A partir de ese momento, el bebé desplegará una serie de conductas reflejas en respuesta a estímulos, siendo aún éstas involuntarias. Algunas de esas señales son el llanto (para expresar emociones y, en definitiva, comunicarse), las miradas (como movimientos breves, no dirigidos voluntariamente hacia el estímulo) y movimientos corporales (globales, en masa y descoordinados).
Y es aquí donde empieza nuestro papel como adultos, como padres, como educadores... Somos nosotros quienes debemos aprender a identificar y responder a sus señales, dotarlas de significado y ayudarle en estos primeros años de vida a afianzar sus primeros aprendizajes y sentar la base de nuestro futuro en ellos.
Acompáñame, quédate y descubre cómo aprenden los adultos, desde que son bebés.
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